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Salud 11.11.2023

Cómo hablar con niños sobre conflictos y guerras

Una guía con consejos de Unicef.

Fuente: Rosario 3

Distintos conflictos socioculturales y económicos, como incluso las guerras, suelen aparecer en diversos titulares, publicidades e incluso en redes sociales consumidas por las y los más pequeños. Estas situaciones pueden provocar distintos sentimientos y emociones como el miedo, la tristeza, bronca, ira, ansiedad, sin importar si se está viviendo en contexto de guerra puntualmente.

En este aspecto, lo más común es que las y los más pequeños recurran a sus madres, padres, cuidadores o docentes para buscar seguridad y protección, a la vez que algunas respuestas. Es por ello que, desde Unicef, elaboraron una guía con ocho consejos sobre cómo abordar este tipo de conversaciones.

El diálogo con las y los más pequeños es fundamental (unicef.org)

-Averiguar qué saben y cómo se sienten:

Elegir un momento y un lugar en los que los pequeños puedan sacar el tema con naturalidad y se sientan más cómodos hablando libremente; por ejemplo, durante una comida familiar. Intentar evitar hablar del tema justo antes de acostarse. 

Un buen punto de partida es preguntarle qué sabe y cómo se siente. Algunos niños y niñas pueden saber poco sobre lo que está pasando y no estar interesados en hablar de ello, pero otros pueden estar preocupados en silencio. Con los más pequeños, los dibujos, los cuentos y otras actividades pueden ayudar a abrir el debate. 

Los niños y niñas pueden descubrir las noticias de muchas maneras, por lo que es importante comprobar lo que están viendo y oyendo. Es una oportunidad para tranquilizarlos y corregir cualquier información inexacta que hayan podido encontrar en Internet, en la televisión, en la escuela o a través de sus amigos. 

Un flujo constante de imágenes y titulares perturbadores puede hacerles sentir que la crisis los rodea. Los niños y niñas más pequeños pueden no distinguir entre las imágenes de la pantalla y su propia realidad personal y creer que están en peligro inmediato, incluso si el conflicto está ocurriendo lejos. Y los de más edad pueden haber visto cosas preocupantes en las redes sociales y tener miedo de cómo pueden agravarse los acontecimientos. 

Es importante no minimizar ni desestimar sus preocupaciones. Si hacen una pregunta que puede parecerte extrema, como "¿Vamos a morir todos?", asegurar que eso no va a ocurrir, pero también será importante intentar averiguar qué han oído y por qué les preocupa que eso ocurra. Si se logra entender de dónde viene la preocupación, es más probable que se los pueda tranquilizar. 

Reconocer sus sentimientos y asegurar que lo que sienten es natural. Demostrar que se los escucha prestándoles toda la atención y recordarles que puede hablar con uno mismo o con cualquier adulto de confianza siempre que lo desee. 

-Mantener la calma y usar un lenguaje y ejemplos acorde a su edad:

Los niños y niñas tienen derecho a saber lo que pasa en el mundo, pero los adultos también tienen la responsabilidad de mantenerlos a salvo de la angustia. Cada madre o padre es quien mejor conoce a su hijo o hija. Utilizar un lenguaje adecuado a su edad, observar sus reacciones y ser sensible a su nivel de ansiedad. 

En la medida de lo posible, tranquilizar a los hijos e hijas asegurándoles que están a salvo de cualquier peligro. Recordarles que mucha gente está trabajando duro en todo el mundo para detener el conflicto y encontrar la paz.  

Recordar que no pasa nada si no se tiene la respuesta a todas las preguntas. Se les puede decir que tienen que buscarla o aprovechar la ocasión para que los niños y niñas mayores busquen juntos las respuestas. Utiliza sitios web de organizaciones de noticias acreditadas o de organizaciones internacionales como UNICEF y la ONU. Explicarles que no todo lo que encuentran en internet es exacto y la importancia de encontrar fuentes fiables. 

-Promover la compasión sin estigmas:

Los conflictos suelen traer consigo prejuicios y discriminación, ya sea contra un pueblo o un país. Cuando se hable con niños, evitar calificativos como "gente mala" o "malvada" y, en su lugar, aprovechar para fomentar la compasión, por ejemplo, hacia las familias obligadas a huir de sus hogares. 

Aunque el conflicto se produzca en un país lejano, puede alimentar la discriminación en la puerta de casa. Comprobar que los hijos e hijas no sufren acoso ni contribuyen a él. Si los han insultado o intimidado en la escuela, animarlos a que se lo cuenten a uno o a un adulto en quien confíen. 

Recordarles que todo el mundo merece estar seguro en la escuela y en la sociedad. El acoso y la discriminación siempre están mal y cada una de las personas debe poner de su parte para difundir la amabilidad y apoyarse mutuamente. 

-Conversar sobre las personas que brindan apoyo y ayuda:

Es importante que los niños y niñas sepan que la gente se ayuda mutuamente con actos de valor y amabilidad. Buscar historias positivas, como la de los socorristas que ayudan a la gente o la de los jóvenes que piden la paz. La sensación de estar haciendo algo, por pequeño que sea, suele reconfortar mucho. 

Averiguar si al niño o niña le gustaría participar en una acción positiva. Tal vez podría dibujar un cartel o escribir un poema por la paz. La sensación de estar haciendo algo, por pequeño que sea, a menudo puede aportar un gran consuelo. 

-Cerrar las conversaciones con cuidado:

Al terminar la conversación, es importante asegurarse de no dejar al niño o niña en un estado de angustia. Intentar evaluar su nivel de ansiedad observando su lenguaje corporal, teniendo en cuenta si utiliza su tono de voz habitual y vigilando su respiración. Recordarles que se está ahí para escucharlo y apoyarlo siempre que se sienta preocupado. 

-Continuar informándose como adultos:

A medida que se vayan conociendo las noticias sobre el conflicto, uno debe seguir en contacto con su hijo o hija para ver cómo se encuentra. ¿Cómo se siente? ¿Tiene alguna pregunta nueva o algo de lo que quiera hablar? 

Si parece preocupado o ansioso por lo que está ocurriendo, mantenerse atento a cualquier cambio en su comportamiento o sus sensaciones, como dolores de estómago, de cabeza, pesadillas o dificultades para dormir. 

Los niños y niñas reaccionan de forma diferente a los acontecimientos adversos y algunos signos de angustia pueden no ser tan evidentes. Los más pequeños pueden volverse más apegados de lo normal, mientras que los adolescentes pueden mostrar una intensa pena o ira. Muchas de estas reacciones duran poco tiempo y son reacciones normales ante acontecimientos estresantes. Si estas reacciones se prolongan, es posible que necesite ayuda especializada. 

“Más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón”

Miguel de Cervantes