El Kily González habló en conferencia de prensa y sin dudas que la frase más fuerte y contundente que soltó fue la siguiente: "Unión es una Reserva mejorada y la gente no puede decir que no vamos para adelante". Y luego volviendo sobre el tema tiró: "Esta es la Reserva mejorada, lo repito, pero no nos vamos a entregar nunca".

Parte de razón le asiste al entrenador rojiblanco. Se habló hasta el hartazgo del muy mal mercado de pases que realizó la dirigencia de Unión encabezada por su presidente Luis Spahn. Claramente la comisión directiva subestimó el contexto deportivo, priorizando el aspecto económico por sobre el futbolístico.

Cuesta entender la manera en la que se reforzó Unión, teniendo en cuenta las bajas sensibles que fue sufriendo a lo largo del último año. Pero la realidad indica que ahora todos esos análisis de nada sirven. Y a cuatro fechas del final, la frase del Kily llega a destiempo. Antes debió hablar el técnico y presionar a la dirigencia para que el equipo no sea una Reserva mejorada.

De nada vale hacerlo ahora, cuando no hay margen para cambiar y el contexto asoma muy complicado. En su momento el técnico manifestó sentirse a gusto con los futbolistas que se sumaron y habló de no traer por traer. Sin dudas que el principal responsable de este presente, es Luis Spahn, pero el Kily también tiene su culpa por omisión.

El DT tendría que haberse plantado con mayor firmeza para exigir la llegada de refuerzos. Es cierto que la política deportiva de Unión en estos años es la de un club vendedor, que se sustenta en las inferiores y que suma apuestas. Pero en algún momento y ante circunstancias adversas, eso debe cambiar.

De hecho, el propio Spahn en su momento dijo que no venderían jugadores hasta fin de año y que si era necesario, se endeudarían para contratar refuerzos de jerarquía. No hizo ni una cosa ni la otra, pero en todo este tiempo, tampoco el entrenador alzó la voz para exigirle que cumpla con aquella sentencia, que la hizo en medio de las reuniones con la oposición.

Unión llega al final con la soga al cuello y la calculadora en la mano. Es cierto que a este equipo más no se le puede pedir y que demasiado hicieron mostrándose siempre competitivo. No se le puede reprochar falta de actitud ni de ganas, pero está claro que con eso solo no alcanza.

Al plantel le falta jerarquía y eso no se consigue con esfuerzo, dedicación y compromiso. Y es porque eso que, pese a que Unión deja todo dentro de la cancha, le cuesta tanto ganar un partido. En medio de este contexto adverso, tanto los jugadores como el cuerpo técnico respondieron, pero la que no estuvo a la altura de las circunstancias fue la dirigencia.

Otra sería la historia si Unión hubiese afrontado el mercado de pases con mayor responsabilidad y sin improvisar. De nada valen los lamentos ahora, pero sería bueno recordar que el presente se vincula con el pasado. Y que esta política sistemática de desjerarquizar al plantel que se viene repitiendo, es la consecuencia lógica del sufrimiento diario que vive el hincha rojiblanco.