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Espectáculo 22.07.2018

Rock, cumbia y fútbol, todo mezclado

A la selección de Croacia la recibieron en su país cantándole un tema de La Mosca. Los nuestros van de La nueva luna a Damas gratis.

Fuente: Clarín

Sin duda, el mejor gol argentino del último mundial lo hizo La Mosca, la banda que lidera Guillermo Novellis siempre detrás de sus enormes anteojos negros. Para recibir a la Selección de Croacia, que se coronó subcampeona, además de la alfombra roja apenas bajaron en el aeropuerto de Zagreb, los hinchas croatas los recibieron cantándoles a grito pelado Yo te quiero dar, el hit del grupo argentino oriundo de Ramallo, claro que con la letra adaptada al idioma de Modric, Rakitic y compañía. Era notable cómo conocían la letra, no sólo el público, sino también los funcionarios y los jugadores. La emoción en sus rostros los hacía ver como si estuvieran cantando un himno. Profano, pero himno al fin.

Obviamente, al toparse con esto en las redes y en los noticieros, los integrantes de La Mosca y sus allegados sintieron un profundo orgullo que rápidamente compartieron. Y eso que el tema suele ser cantado en diversas canchas europeas, producto seguramente de las giras que en su momento supo hacer la banda por España y otras plazas. Pero aquí la repercusión del hit fue global, aunque no muchos conocieran quiénes eran sus creadores.

 

 

 

 

 

Al menos desde los años ’80, el rock se volvió repertorio habitual de las hinchadas argentinas. Aunque cueste determinar qué fue primero, si la futbolización del rock o la rocanrolización del fútbol, las canciones de los grupos locales, con sus letras adaptadas, se convirtieron en la banda de sonido de los estadios. Y lo que antes habían copado desde motivos de música clásica a milongas y ligeras canciones de música más comercial, con artistas como Sergio Denis (Hoy querida amiga), Sandro (Mi amigo el puma) y otros al frente, ahora eran patrimonio del rock argentino.

Entre los que más dotaron de música a las hinchadas pueden contarse Los Auténticos Decadentes y Los Fabulosos Cadillacs, no en vano agrupaciones de muchos miembros y con cierta propensión a estribillos directos y cantados a muchas voces, ideales para la adaptación tribunera. Así, canciones como Loco (tu forma de ser), Vení Raquel o Matador son clásicos de varias hinchadas. Pero también llegaron al tablón composiciones de Fito Páez (Dale alegría a tu corazón) o Estelares (Ella dijo). Incluso, la hinchada millonaria adaptó durante mucho tiempo el Reggae de paz y amor, de Sumo, cambiándole el “peace and love” original por un sencillo, pero más sentido “River Plate”.

Con los tiempos, al rock le fue ganando la cumbia (y no sólo en las canchas). Si bien algunas hinchadas persisten en cantitos clásicos o le agregan adaptaciones de temas de Callejeros, lo que ahora se lleva en los estadios es el monocorde e hipnótico tempo cumbiero. Los leales, Piola Vago o El Polaco ganan posiciones y son los indudables hits del fútbol argentino. Si hasta la Selección argentina eligió para sus entradas en calor en las canchas rusas un tema de La nueva luna, Enamorado de ti estoy.

Me tocó estar en el partido de la Argentina versus Islandia, en el estadio Spartak de Moscú, por la primera fecha del grupo D. Luego de la canción de La nueva luna, que no todos los argentinos conocían, llegó la de Islandia: una balada con swing que emocionó a todo el estadio, incluso varios de los nuestros se pusieron a bailar y aplaudieron cuando terminó. El tema se llama Ég er kominn heim, en islandés; I'm Home, en inglés, y Estoy en casa en castellano. En ese momento pensé: “Arrancaron ganando uno a cero”.

 

 

 

 

 

 

Fíjense la importancia que tomó la música en el fútbol, que para el tercer partido de la Argentina en el Mundial (contra Nigeria, el que nos daba la clasificación a octavos o nos dejaba afuera), los jugadores -en pleno enfrentamiento con el DT Sampaoli- decidieron bajar línea con el tema para salir a precalentar. Reemplazaron el de La nueva luna por uno de cumbia villera, Los dueños del pabellón, que firma Pablo Lescano y cuyos versos dicen: “Ahora nosotros tomamos el control, somos los dueños del pabellón, estamos cansados de tanta represión y vamo’ a tocar de esta prisión”. Clarito, ¿no?

Que siga el baile.

 

“Un libro no acabará con la guerra ni podrá alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes y, a veces, cambiarlas”

Paul Auster