El tiempo pasa para todos, también para esta España que sigue siendo un buen equipo pero que ya da signos evidentes de transitar hacia un obligado recambio generacional. La Roja está viva pero malherida y sudará sangre para pasar a Rusia en la cita de los octavos.

Sin misterios, van los diez de costumbre y un puesto "a discutir". En el estreno no jugó Carvajal, lesionado y reemplazado por Nacho, pero con pronto retorno en el segundo partido. Ante Portugal jugó Koke de entrada; frente a Irán inició Lucas Vazquez en lugar de Koke y con Marruecos tuvo la alternativa Thiago. Luego, los conocidos de siempre. Inalterable, la idea, el concepto, el estilo o como se llame.

Todo funciona, pero es menos eficaz. Y cuando el adversario "entiende" como jugarle y resuelve la inferioridad con inteligencia, ya no hay chispa que recargue los motores del juego. Le pasó ante los esforzados (y ya eliminados) marroquíes pero había tenido serios llamados de atención con Portugal e Irán. Lo paga. De milagro, Aspas encontró el 2-2 y evitó ir a jugarle a Uruguay en la próxima fase.

Encima, a veces suceden cosas que nunca ocurren. ¿Cuántas veces más puede pasar que Iniesta y Ramos duden y le abran la ruta al delantero rival para que se vaya directo al gol?, ¿Cuántas veces más pueden ganarle en el juego aéreo a las torres Ramos-Busquets-Piqué?

En cambio, no es novedad que no se fabrique el espacio. Y que no aparezca el pase quirúrgico. Sucedió en la maravillosa jugada de Iniesta con la que se llegó al empate y nunca más. Insuficiente. La fortuna, que también juega, apareció en el minuto minuto agónico con el taquito de Aspas en Kaliningrado, casi en simultáneo al empate de Irán a Portugal en Samara.

Respira España. Rusia no es lo mismo que Uruguay. El problema es que a esta España de largo aliento le va quedando cada vez menos combustible. Está viva y malherida. Dará pelea. Pero el futuro se le viene encima.