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Salud 28.04.2018

¿Cómo se rehabilita un agresor sexual?

William L. Marshall es profesor de Psiquiatría, Psicología y Urología en la Queens University de Kingston (Canadá). Los programas creados por él para rehabilitar a este tipo de criminales se siguen en las prisiones de seis países.

Fuente: muy INTERESANTE

William Lamont Marshall nació en una granja australiana. Este psiquiatra, urólogo y psicólogo es el principal estudioso en el mundo del tratamiento de los delincuentes sexuales, labor que, según él, eligió porque "es una forma de hacer algo bueno e importante, de sentirme útil".


¿Con lo que sabe sobre el tema, no se le ha ocurrido escribir una novela sobre delitos sexuales?
-Sé que si lo hiciera ganaría dinero y me haría famoso, pero no es lo que quiero hacer con mi vida. Me he dedicado a escribir libros populares, ensayos divulgativos muy accesibles y que pueden ayudar. Eso sí que me atrae.
Marshall tiene más de 200 publicaciones y ha pertenecido al consejo editorial de 15 revistas científicas internacionales. Pero su carrera destaca sobre todo por el trabajo con los condenados por abusos sexuales. Así, ha contribuido a que se establecieran programas de tratamiento para ellos en prisiones de seis países, y hoy dirige estos programas en dos prisiones canadienses.

-¿Cómo se rehabilita a estos agresores?
-Las diferencias que existen entre ellos son muchas y hay que ajustarse a las necesidades individuales. Por lo general, primero intentamos que asuman la responsabilidad y comprendan el daño causado. Todos nos solemos engañar a nosotros mismos. Para seguir realizando sus ataques, los agresores se autoconvencen de que no hacen daño y algunos llegan a creerse que sus víctimas han disfrutado. Así se justifican. Por eso, es muy importante que se den cuenta del daño que causan. Después, hay que enseñarles que sus agresiones son dañinas también para ellos, porque acaban en la cárcel, deben esconder cosas, llevan una vida llena de trampas... --Por último, cambiamos la visión que tienen del mundo, les damos habilidades sociales para que mejoren la relación con la gente y puedan satisfacer sus necesidades de una manera adecuada. Hacemos que conozcan las situaciones que les ponen en riesgo de agredir a un niño o a una mujer, y los estados personales de riesgo, como estar borrachos, intoxicados o enfadados. También les enseñamos a expresar el enfado o a que busquen ayuda en su entorno.

-¿La castración para los violadores es una solución factible?
-Existen dos tipos de castración. Por un lado está la castración física, irreversible, que los países no permiten excepto para salvar la vida de alguien. Por otro lado, la castración química, reversible, que suprime y calma el impulso de los agresores sexuales. En Canadá la usamos en ocasiones con agresores que están tan obsesionados con el sexo que son incapaces de prestar atención al tratamiento. Con la castración química suprimimos ese impulso y, una vez que entran en el tratamiento y colaboran, eliminamos la medicación gradualmente. Pero la castración química tampoco es una solución. No hay ninguna evidencia de que sea una manera eficaz de tratarles; más bien al contrario. Lo único que da resultado es el tratamiento psicológico. Los fármacos no pueden enseñar una conducta a una persona.

-¿Todos los hombres son violadores en potencia?
-Todos somos asesinos, violadores y ladrones en potencia. Pero es obvio que no todos desarrollamos ese componente. Las experiencias sexuales y personales hacen que algunos hombres aprendan a ser violadores.

-Ha dicho que aprenden a violar. ¿Eso quiere decir que el violador no nace, se hace y que no existe ningún componente genético?
-Puede que exista cierta predisposición en algunos, pero no tenemos ninguna evidencia de que esa inclinación sea muy diferente en todos los hombres. Son las primeras experiencias afectivas con los padres y las primeras relaciones sexuales las que establecen el patrón de actuación del individuo y hacen que uno llegue a ser un violador o cualquier otra cosa. La niñez prepara el camino y luego, según las propias experiencias, se dirige en un sentido u otro.

-¿Hasta qué punto los medios de comunicación son culpables de determinados casos de violencia?
-Son sólo una de las muchas experiencias a las que los jóvenes están expuestos. Si una persona de antemano no es vulnerable, si tiene autoestima, las imágenes violentas de los medios no le harán daño. Pero si está necesitada de afecto y no halla otra forma de satisfacer esa necesidad, buscará imágenes que le den poder y le hagan sentirse fuerte. Y esas imágenes le atraerán enormemente. La forma más evidente y exagerada es la pornografía. En ella sólo se cuentan mentiras sobre la sexualidad y se ofrece una imagen que no es real. Pero ese es sólo uno de los factores que pueden afectar.

-¿Y cuáles son los otros?
-Cada persona es un mundo. Pueden ser experiencias fortuitas las que lo provoquen. Por ejemplo, un joven de 12 años mantiene relaciones sexuales con su hermana o con su vecina simplemente porque estaban juntos en ese instante. Este acto puede provocar que tenga permanente en la cabeza la idea de tener sexo de esa forma. Ese será su referente de algo placentero y procurará repetirlo siempre que pueda.

-¿Cómo se puede ayudar a las víctimas de las agresiones?
-Hay que reconocer que hoy no se está haciendo un buen trabajo con las víctimas y su tratamiento. Es cierto que existen programas de asesoramiento en Canadá y otros lugares que ayudan mucho. Lo crucial es conseguir ayudar a las víctimas para que no se sientan culpables y trabajar para que se enfrenten con las consecuencias emocionales de estas agresiones. No estamos haciendo bastante.

-¿El maltrato al menor puede ponerse al mismo nivel que el abuso?
-En cierta medida, pero no es una regla exacta. Entre las personas que abusan sexualmente de menores hay agresores que pretenden una relación romántica, casi de noviazgo, con los menores. Y por otro lado están los que sólo quieren sexo con el niño. En estos últimos sí que hay más posibilidades de que sean violentos, y por lo tanto sí que pueden compararse con los que maltratan a menores.

-Ahora que ha mencionado las relaciones "románticas" entre adultos y menores, en la Grecia clásica no estaban mal vistas las relaciones entre un adulto y un adolescente. ¿Podríamos enjuiciar como inmoral ese comportamiento?
-El significado de los comportamientos humanos tiene mucho que ver con lo que está aceptado, con lo que dictan las reglas. Hay que analizarlos en su contexto. Si en este contexto esa clase de relaciones está prohibida, y lo saben todos, entonces sí que se producen daños, porque el niño es consciente de que está mal y el adulto le obliga a callarlo. En cambio, como en el caso de la antigua Grecia, si estaba comúnmente aceptada por todos, más allá de la opinión que nos merezca, nadie puede objetar nada. Diferentes culturas tienen diferentes reglas, y esas normas son las que deben determinar nuestra valoración.

-Las violaciones por parte de mujeres son anecdóticas.
-Si las mujeres tuvieran más poder, se reduciría la tasa de agresiones sexuales, sin que eso signifique que aumentarían las agresiones realizadas por mujeres. Dudo mucho de que en un futuro próximo aumenten los ataques femeninos a los hombres.
Una de las grandes aportaciones de Marshall fue descubrir la relación existente entre los problemas de soledad que padecen los agresores sexuales y la falta de empatía y baja autoestima que desarrollan estos delincuentes. Según han constatado con posterioridad estudios canadienses y australianos, los delincuentes sexuales no pueden satisfacer sus necesidades afectivas en un contexto de relaciones correctas. Marshall apunta que estas carencias y la soledad en la que viven les animaría a satisfacer sus necesidades a través de la agresión sexual.

-¿El tipo de sociedad en el que vivimos puede provocar un aumento de violadores?
-El problema para determinar si de verdad se está produciendo un incremento de estas agresiones es que nunca tendremos claro si lo que aumenta realmente no es el número de denuncias. Hay estudios que estiman que la cifra real de violaciones es de cuatro a diez veces superior a las cifras oficiales. De todos modos, hemos comprobado que la soledad es un factor clave en favorecer la violencia, y por lo tanto la agresión sexual. Eso sugiere que nuestra sociedad, cuando más grande, más rápida y más alienante se haga, más abusos sexuales tendrá.

-¿Conoce alguna comunidad a lo largo de la historia en la que no existan las agresiones sexuales?
-Actualmente no. Pero sí hubo sociedades en las que eran escasas, mientras que en otras era bastante habitual. Lo interesante es que en las sociedades en las que los abusos eran frecuentes, los hombres trataban a los niños y a las mujeres como una propiedad, y eran sociedades bastante agresivas en las que la solución a muchos problemas pasaba por la violencia. En cambio, las sociedades con pocos abusos sexuales solían ser más igualitarias; hombres y mujeres tenían en la práctica los mismos derechos, mientras que a los niños se les adoraba, y la razón y la discusión dialectal eran la solución a muchos problemas. Sin duda, ésta es una lección magistral a aprender.
Carlos Aimeur

 

Esta entrevista fue publicada en julio de 1999, en el número 218 de MUY Interesante.

 

“Un libro no acabará con la guerra ni podrá alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes y, a veces, cambiarlas”

Paul Auster