Mirar el presente para proyectar el futuro. Una ecuación que se ajusta a la realidad de Central y que no sólo encarna la satisfacción, sino que le pone un manto de calma, enorme por cierto, a esas ansiedades lógicas en medio de una definición de la fase de grupo que ya está cobrando vida. Por eso se destaca la enorme e inconmensurable victoria que logró el Canalla ayer en Montevideo, renegando más de la cuenta y hasta sabiéndose reponer en medio de una actuación de poca monta futbolística, pero haciendo que el futuro se encuentre allanado para meterse entre los 16 mejores de la Copa. Pasando en limpio, los tres puntos de ayer en el Centenario (donde también se vivieron episodios de violencia), más la victoria que Nacional metió contra Palmeiras, expuso un escenario acorde a las pretensiones. Ideal. Es que el próximo 6 de abril, en el Gigante, Central logrará ya el pasaporte a los octavos de final en caso de vencer al paulista.

  La postura de poner el ojo en la propia producción es la correcta, más allá de que el ejercicio de rumbear la vista hacia resultados ajenos también suene atendible. Lo cierto es que anoche, el abrazo sentido de los jugadores canallas en el final en el medio del campo tenía su razón de ser. Pudo haber sido por el alto grado de dificultad que River le puso al juego, pero ese regocijo tenía más que ver con la sensación de misión cumplida, de saber que lo que ya podía ocurrir a 20 cuadras del Centenario (en el Parque Central, donde Nacional recibió a Palmeiras) era un detalle. Provocando que la prudencia recayera con más peso como finalmente lo fue.
  Es que este Central sigue respondiendo con resultados, pero evidenciando que cuanto antes pueda lograr la clasificación para sacar un poco el pie del acelerador en relación a la cantidad de minutos en cancha de varios de sus jugadores, sentirá un gran alivio.
  Lo de anoche no tuvo sabor a patriada. La jerarquía del rival no da el piné para rotular de esa forma lo que Central se jugaba, pero sí hubo una clara apuesta fuerte por parte del DT, que además de la ausencia obligada de Larrondo y la baja de Colman se sumó la decisión de jugársela con Battaglia, Delgado y Jonás Aguirre. Tres nombres que venían con mucho menos rodaje que el resto y a los que se les notó esa falta de competencia.
  No hay ningún indicio para asegurar que se encontraba en un proceso de debilitamiento. Pero hoy puede decirse que este Central está revitalizado. No sería lo correcto hablar de que la victoria de anoche aplacó la angustia por la caída contra Patronato porque son dos historias distintas, pero con un cierto grado, aunque mínimo, de hermandad. Esto también servirá para hacer que lo del lunes ante Sarmiento tenga otro color. Ahora, lo relevante es la tranquilidad que también se embarcó anoche en el vuelo chárter a Rosario. A ella también se le hizo un lugar. Es que con el gol de Santos había un panorama por enfrentar, al que el cabezazo de Donatti le modificó la lectura y al que los goles de Aguirre y Cervi le terminaron de dar otro tipo de interpretación. Diametralmente opuesta. La esperada. La que hoy habla de ese valor superlativo que significan esos tres puntos que pusieron (con algo de ayuda de Nacional) al equipo de Coudet ahí nomás del objetivo de mínima en una Libertadores que aún tiene un hilo en el carretel, pero a la que Central le encontró un gran atajo al camino de la clasificación a octavos.

Cervi cortó una racha de 24 partidos sin convertir

Franco Cervi ingresó en el complemento y se reencontró con el gol. El talentoso número diez auriazul cortó una racha de 24 partidos sin convertir goles, en la que en 17 de esos juegos lo hizo jugando en condición de titular. El último gol fue ante Aldosivi, en el torneo pasado. En el medio de toda esta sequía de tantos que persiguió al mediocampista estuvo la venta a Benfica de Portugal. Quizás esa millonaria transferencia pudo haber jugado un papel importante en esta situación que le tocó atravesar hasta anoche, cuando volvió a festejar una conquista.