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Deportes 15.02.2016

POR JERARQUÍA, CABEZA Y APTITUD FUTBOLÍSTICA CENTRAL SE LLEVÓ EL CLÁSICO CON JUSTICIA

En apenas 45 minutos Rosario Central se sacó de encima a Newell’s Old Boys con un 2 a 0 contundente pero mentiroso. Marcelo Larrondo fue la gran figura en Arroyito.

Por: Agenciafe/La Capital /

 Los clásicos se ganan por detalles, dicen. También se los gana por jerarquía, convencimiento, capacidad futbolística y mental. Central tuvo todo eso y un poco más. Newell’s nada. O casi nada. Por eso el cachetazo canalla sobre su eterno rival. Y que no fue más pronunciado y humillante porque en ese vendaval de situaciones que generó el equipo de Coudet en el complemento la mira no estuvo en su calibre justo. Con un poco más de puntería, la caída hubiese tomado un tenor muchísimo más duro para un Newell’s que sólo se mantuvo en partido (sin inquietar a García, por cierto) cuando el Canalla se debatía entre sus imprecisiones y una bulímica puesta en escena. Después todo cambió. Fue distinto. Contundente de un lado y desvencijado del otro. Tan así que el 2-0 terminó siendo demasiado escueto.
  El ensayo de explicar lo que fue el primer tiempo es un buen preámbulo de la historia final. La que cuenta. El tiempo que le llevó a Central meterse en el partido (durante los primeros 45’ nunca lo logró) fue cuando Newell’s sintió que había luz al final del camino. Pero claro, la otra parte de la historia, la que habla de la audacia, del ir por un poco más jamás apareció. Apenas la imagen de control del partido. Pero no más que eso. ¿Y Central? Peor que Newell’s. Desaparecidos en acción casi todos. Con Montoya que alternó más malas que buenas, con Fernández demasiado cerca de Musto y Lo Celso apagado todo se le hizo cuesta arriba.
  No se debe creer que todos los problemas auriazules hayan pasado por algunos yerros de Montoya y que Colman fuera una solución mágica. Pero sí hubo, tras el regreso de los vestuarios, otra postura. Más ambiciosa. También algo más de cautela del lado rojinegro, que extrañamente arrancó el complemento más enamorado del empate que de la necesidad de patear decididamente el tablero en un clásico. Lo cierto es que fue otro partido. Ya con un dominador claro: Central. Y otro nítidamente dominado: Newell’s.
  El tiro libre en el palo de Fernández a los 52’ pudo haber bajado la persiana al partido. ¿Cómo? ¿Tan pronto? Sí, porque fue lo que sucedió tres minutos más tarde, cuando Musto frenó a Advíncula, Fernández desbordó, Domínguez pifió en el cierre y Larrondo facturó. Es que ahí creció Central. Y desapareció Newell’s. Ni más, ni menos. Ya no hubo prácticamente más partido.
  Y eso de que creció Central fue para todos, especialmente para Lo Celso y Larrondo, este último uno de los principales artífices de la victoria. Después, desde lo colectivo, fue una imagen implacable. Aplastante.
  Diez situaciones de gol, cinco de ellas de una claridad meridiana (una con un tiro en el palo y otro en el travesaño incluidos), fue poniendo el partido en caja. Lo fue envolviendo para regalo (a esa altura la Lepra ya jugaba con uno menos por expulsión de Escobar). Hasta que llegó esa gran habilitación de Colman y la exquisitez de Marco Ruben (hasta ahí muy errático) para borrar de un plumazo cualquier temor a un accidente, la única forma en la que Newell’s podía intentar la heroica del empate. El floreo del final, con la pelota viajando de pie a pie entre jugadores de Central fue apenas un ingrediente más, aunque valedero por cierto. Fue una expresión acabada de la enorme diferencia que Central marcó en el juego mucho más que en el marcador. Y en apenas 45 minutos de lucidez.

“Llegará el día en que una sola zanahoria, observada con los ojos nuevos, desencadenará una revolución”

Paul Cézanne, pintor francés