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Ciencia y Tecnología 20.12.2021

Cómo los aromas de la Navidad impactan en el cerebro

Los olores típicos de las fiestas y las reuniones en familia activan la nostalgia y la “biblioteca” de los recuerdos. La relación entre el olfato y la memoria

Fuente: Infobae

Las fiestas navideñas son un festival de olores, sabores, imágenes, sonidos y texturas. Los cinco sentidos nos ayudan a sumergirnos de lleno en esta época del año a través de las comidas, los villancicos, los fuegos artificiales y la pirotecnia, las velas que adornan nuestra mesa...

De una u otra manera, lo cierto es que cada uno de nosotros tiene sus rituales para las fiestas, rituales que compartimos con familia y amigos. También es un momento de nostalgia. Antes se pensaba que la nostalgia era parte de un cuadro depresivo o algún trastorno afectivo. Hoy se sabe que esto no es así y que puede ser desencadenada por estímulos externos. Uno de ellos, el que hoy nos ocupa, son los olores.

En esta asociación entre la nostalgia y los olores, el gran protagonista es una estructura cerebral llamada hipocampo. Nuestro “caballito de mar” cerebral forma parte del sistema límbico, que es el lugar donde se guarda la memoria. Funciona como una “biblioteca” de nuestros recuerdos”.

El olfato es el sentido que más se desconoce, tal vez porque sea el menos difundido, pero la ciencia lo estudia. Los científicos estadounidenses Richard Axel y Linda Buck, pioneros en su labor, recibieron el Premio Nobel de Medicina en el año 2004, por el descubrimiento de los receptores olfativos y la organización del sistema olfatorio.

Este poderoso sentido tiene propiedades únicas: el 80% del sabor que percibimos en cada comida es gracias al olfato. A todos nos ha sucedido esto de evocar un recuerdo al sentir el olor de una comida. Quién no ha vuelto a sentirse niño cuando, por alguna ventana, llega el olor de las pastas de la abuela o los dulces de mamá.

 

 

 

 

 

Los olores navideños pueden evocarnos recuerdos felices de la infancia (Getty)

En ocasiones, estos recuerdos no son agradables. Si se tuvo una experiencia traumática como, por ejemplo, vivir un incendio, el olor a quemado disparará sensaciones desagradables. Tanto unos como otras desencadenan conductas: es probable que permanezcamos tranquilos en el sitio donde sentimos el olor que nos remite a recuerdos familiares agradables y que tengamos la tendencia a alejarnos de aquellos lugares donde percibimos olores que nos resultan desagradables.

De manera que podemos decir que tenemos un sistema de vigilancia y alerta en nuestro cerebro, que condiciona nuestra conducta según los olores que percibimos. Sin embargo, aún hay personas con trastornos del olfato que peregrinan en busca de soluciones para su problema.

El olfato es tan antiguo en la evolución como la vida sobre la tierra. El ser humano, ya desde su postura cuadrúpeda, conocía su entorno gracias al olfato: teníamos la nariz muy cerca del piso. A medida que adoptamos la postura erguida, nos alejamos del suelo y comienzan a tener importancia otros sentidos como la audición y la vista. Nuestro querido olfato empieza a perder terreno al lado de la vista y la audición.

La buena noticia es que las neuronas (células nerviosas) olfatorias tienen la capacidad de renovarse de manera constante durante toda la vida: es la única población neuronal donde esto sucede.

 

 

 

 

 

El olfato es un sentido poderoso tiene propiedades únicas: el 80% del sabor que percibimos en cada comida y bebida es gracias al olfato (Getty)

Esto es importante tenerlo en cuenta porque también es cierto que el olfato se pierde con la edad y, algunas veces, por enfermedades propias de la nariz y los senos paranasales, por la acción de virus y bacterias que lesionan las vías olfatorias, por el humo del cigarrillo o por la inhalación de ciertas sustancias tóxicas que están suspendidas en el aire.

Por todo esto es muy importante consultar ni bien se perciba algún problema con este sentido tan valioso. La forma en que olemos tiene un fuerte componente genético: ¡el 5% del genoma humano se dedica a oler!

Volviendo a esta época del año, las fiestas “huelen” a muchas cosas: el agua de azahar que se utiliza para preparar el pan dulce, el mazapán de los turrones, la manzana de la sidra y el perfume del ser querido en el abrazo del brindis. Después de las doce, la pólvora de los fuegos artificiales también se cuela en nuestra nariz. Encaremos estas fiestas con nuestros sentidos a flor de piel.

* Dra. Stella Maris Cuevas (MN: 81701) es médica otorrinolaringóloga - Experta en olfato – Alergista. Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)

 

 

“Buscar lo que es verdadero no es buscar lo que es deseable”

Albert Camus