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Agropecuarias 06.03.2018

Leche de calidad, mejor paga, para helados más proteicos

Las buenas prácticas en 15 tambos de una industria cordobesa agregan valor y garantizan a su vez una producción más amigable con el ambiente.

Fuente: Clarín

El bienestar animal se va convirtiendo, paso a paso, en una oportunidad de agregar valor a la producción. En los tambos, por ejemplo, redunda en efectos positivos sobre volumen y calidad.

“Los tamberos que miden variables de producción han notado el impacto que el estrés calórico tiene en el volumen y calidad de la leche producida”, advierte Gonzalo Tentor, ingeniero agrónomo y asesor externo en establecimientos lecheros de Córdoba y Santa Fe. Son 15 tambos de mediano tamaño, con una producción diaria de entre 8 mil y 25 mil litros, en la mayoría de los cuales “las vacas tienen espacios de descanso con galpones y camas de arena o compost para recostarse y condiciones excelentes en los corrales de espera antes del ordeñe, como medias sombras, ventiladores y aspersores de agua”.

Esa dedicación por el contexto, más allá del momento crucial en el que se activan las pezoneras, termina dando frutos en los resultados económicos, porque algunas empresas pagan más si la materia prima es objetivamente mejor.

 

 

Leche de calidad, mejor paga, para helados más proteicos

El bienestar animal redunda en efectos positivos sobre volumen y calidad de la leche.

Así sucede por ejemplo con una industria de helados, que premia a los tambos que sacan porcentajes altos de sólidos (proteínas y grasas) porque el producto final requiere alta materia grasa. Entonces, si ésta es buena, el precio es mucho mayor que el promedio del mercado”, dice Tentor, asesor de Helacor, propietaria de la marca Grido, que recibe unos 350 mil litros por día para elaborar cremas heladas de venta al mostrador y envasadas para venta también en supermercados.

 

Apuntando al agregado de valor, los 15 establecimientos ubicados en la zona de Marull, La Para, Sacanta, El Arañado, Calchín y Colonia San Bartolomé, en Córdoba; y Carlos Pellegrini, en Santa Fe, aplican un protocolo de buenas prácticas tamberas, auditado por la industria.

“El trabajo comenzó en 2016. Grido tiene un sistema de auditoría de todos sus proveedores, a través del Iram (Instituto Argentino de Normalización y Certificación), pero no contaba con nada para controlar de qué manera operan los tambos a los que les compra. Les propuse tomar como base la Guía de Buenas Prácticas para Tambos, elaborada por el Inta, y arrancamos”, comenta Tentor.

Este manual consta de 122 ítems que debe aplicar todo establecimiento lechero, distribuidos en seis bloques: ordeño e higiene; sanidad animal; alimentación; bienestar animal; ambiente y condiciones del trabajo y de los trabajadores.

 

El trabajo de Tentor fue realizar una primera auditoría “al detalle” de los 15 tambos, estableciendo los puntos fuertes y débiles de cada establecimiento y sugiriendo un plan de mejoras para cada uno.

El año pasado, continuó con un seguimiento de estas tareas y otra auditoría, en diciembre, para comprobar el cumplimiento de los diversos puntos y si hubo un progreso en relación con la evaluación inicial.

El debe y el haber

La conclusión a la que ha arribado Tentor es que hay diferentes niveles de cumplimiento de la guía de buenas prácticas, dependiendo de los aspectos que se midan. Por ejemplo, el gráfico con los resultados de las últimas auditorías muestra en “verde” a los rubros “bienestar animal”, con un 90 por ciento de cumplimiento; y a “ordeño e higiene”, con un 80 por ciento.

Con una nota “amarilla”, Tentor ubica a los bloques “sanidad”, “alimentación” y “condiciones de trabajo y de los empleados”, con un cumplimiento en torno del 60 por ciento.

En estos casos, la falencia no es tanto en la aplicación de las prácticas, ya que en general se ejecutan, sino en la ausencia de procedimientos formales que las sustenten. “Una buena práctica es determinar cómo se debe hacer algo, pero también demostrarlo; es decir, tener protocolos y llevar registros e indicadores. La mayoría tiene planes sanitarios, por ejemplo, pero no están puestos en un papel y firmados por un profesional”, remarca Tentor.

 

 

Leche de calidad, mejor paga, para helados más proteicos

Patio de comidas con sombra. La alimentación confortable es un plus en los tambos.

Algo similar sucede con la falta de recetas fitosanitarias que respalden las aplicaciones de agroquímicos en los cultivos que luego nutren a los animales, así como tampoco no hay controles estandarizados de la calidad de los silos de maíz o de alfalfa. En lo que respecta a los empleados, muchos no tienen libreta sanitaria y adolecen de capacitaciones, un ítem recomendado por la Guía del Inta.

Por último, en “rojo”, Tentor señala al capítulo “ambiente”, como el que necesita una mayor atención. “Hay en general un mal manejo de los residuos. Lo común en los tambos es que lo único que importa es cuántos litros produce cada vaca; no tanto si se contamina o no”, observa.

Y concluye: “¿Manejar mejor los efluentes significa una mejora directa en la calidad de la leche? Probablemente no. Esta iniciativa apunta a la sustentabilidad: la idea es despertar la conciencia sobre la necesidad de una producción más amigable con el ambiente”.

 

 

“El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo”

Paulo Coelho