“Te robo todo porque me mandaste a dirección”, la advertencia quedó estampada ayer a la madrugada en la puerta del salón de música de la escuela primaria Nº 1275 Fray Luis Beltrán, de la zona noroeste de la ciudad. Es la segunda vez en quince días que intrusos vandalizan el edificio, completamente enrejado y con alarma que, paradójicamente, está a menos de cien metros de la subcomisaría 21.
  El robo de ayer a la madrugada no fue cuantioso. Quienes ingresaron a las aulas después de romper una ventana, apenas de llevaron un microondas, un horno eléctrico, un ventilador, materiales para la práctica de educación física y una caja de hamburguesas. “Claramente fue más el destrozo que causaron que lo que pudieron encontrar en los salones”, señala el director de la escuela, Fernando Barrientos.
  Lo que más dolió, dice el docente, fue volver a encontrar la escuela vandalizada, los elementos de trabajo tirados en el patio, las paredes escritas. “Todo indica que son pibes del barrio los que hacen esto. Eso duele porque sentís que estás trabajando mucho y tu mensaje no llega. Pero también sabemos que acá estudian 700 chicos y la mayoría quiere salir adelante y quiere que el barrio 7 de septiembre vuelva a ser un barrio de trabajadores”, advierte.
  Barrientos lleva 27 años trabajando en la escuela y todavía recuerda con ganas cuando los vecinos se podían sentar en la puerta de la casa hasta entrada la noche y todo el mundo se saludaba. Los vecinos de la escuela coinciden con el docente, dicen que “la droga convirtió el barrio en un infierno”, que las balaceras son frecuentes y que los chicos “ni siquiera pueden ir a la plaza”.
  La escuela Fray Luis Beltrán se extiende sobre media manzana de la calle Ayala Gauna al 7800. El edificio tiene alarma, todas las ventanas tienen rejas y las medianeras que cubren los patios muestran varias filas de alambre de púas.
  Según estiman los docentes, el robo se produjo entrada la madrugada y durante varias horas los intrusos se movieron cómodos.
  Aparentemente entraron saltando un tapial porque no hay puertas forzadas, después rompieron la ventana de la sala de las porteras, donde no hay sensores de la alarma y desde donde se puede acceder a todas los salones de la escuela.
  Así se pudieron mover con mucha seguridad hasta que llegaron al aula virtual donde se activó el sistema de seguridad y empezaron a sonar las sirenas.

Otra vez. El de ayer no fue el primer robo que sufrió la escuela en lo poco que va del año. Hace quince días habían ingresado al galpón donde se guardan todos los elementos de educación física, llevándose algunos bolsos y otros objetivos.
  Enfrente a la escuela se levantan las tiras de edificios de tres pisos del Fonavi 7 de Septiembre, pintados hace poco de color mostaza por la intervención del plan Abre, programa impulsado por provincia y municipio con el objetivo de mejorar la calidad de vida, la convivencia y la seguridad en una veintena de barrios de la ciudad.
  A cien metros del colegio, un móvil policial estacionado en la calle indica la presencia de la sub comisaría 21. Adentro de la pequeña construcción hay dos uniformados, un perro durmiendo en un sillón de cuerina rojo y un televisor prendido. “La comisaría tiene sólo cuatro policías y el móvil no anda”, explican dos chicas que pasan para hacer algunas compras.
  Al lado de la seccional, la Asociación Vecinal 7 de Septiembre ofrece enfermería y cursos de apoyo escolar, entre otros beneficios. Dos mujeres esperan su turno para ser atendidas, mientras tanto hablan del robo a la escuela. Repiten lo que vieron ese mediodía en el noticiero y recuerdan que hace poco habían terminado una serie de obras en la primaria. “La están arreglando y está quedando preciosa. Es una lástima”, se quejaban.